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“Escribir sencillo puede ser lo más complicado del mundo”

  • 09/02/2012

Entrevista realizada por Edwin Chávez (La Mula).

Gustavo Rodríguez tiene pruebas. Hace unas semanas encontró unos cuentos que él había escrito a los dieciséis años. La anécdota me la contó al final, luego de la grabación, como testimonio de que es un escritor que incursionó en la publicidad y no un publicista que incursionó en la literatura. Él confiesa ser un escritor a quien los libros le llegan a raíz de su experiencia personal, y que a partir de allí intenta ambientarlos en un contexto determinado. También confiesa ser un escritor matutino (escribe de 9:00 de la mañana a 1:00 de la tarde) y que su estilo no es aséptico sino más bien neutro, todavía en maceración. ¿Página en blanco? No. Para él eso se llama miedo al compromiso. Quizá por eso, uno podría concluir que Rodríguez es un escritor que se compromete bastante. Ya ha publicado cuatro novelas y va camino a la quinta. Esta es una entrevista que buscó ser literaria desde el inicio. Conocer al escritor Gustavo Rodríguez (no al publicista).

¿Cómo te surgen los libros?
A mí me surgen por distintas razones. Mi primera novela surgió por una necesidad de reconciliarme con la adolescencia; mi segunda novela salió a raíz de una imagen, una foto de mi abuela muy triste. Y esta última me parece que nace a raíz de una crisis personal. Entonces no es raro que el protagonista de la novela sea alguien a quien también se le desencadena la crisis personal mientras trata de encontrar una salida creativa a este oficio.

¿Cuál ha sido el proceso de investigación de este libro? ¿Hasta dónde llegaste? ¿Qué elementos has usado?
Traté de investigar en lo posible como para hacer una especie de crónica, teniendo en cuenta de que no iba a usar todo ese material, porque la novela no es una crónica ni pretende serlo. Lo que hice fue hablar mucho con varios cocineros. Varios cocineros top del país, porque quería saber cómo era ese mundo. También hablé mucho con cocineros que son más anónimos, que no son superestrellas. Y también con gente como Mariano Valderrama, gastrónomos, historiadores, para conocer más a fondo las raíces y cimientos que sostienen esta punta de iceberg.

Cuéntame cómo fueron tus inicios literarios. ¿Qué autores te han influenciado?
Yo siempre sostengo que no existe un libro ideal, sino momentos en los que uno se conecta con determinados libros. Y esa unión hace estos encuentros maravillosos que a uno lo marcan. Según cada edad, te puedo decir que cuando era niño a mí me subyugó Julio Verne, me leí varias de sus obras por una hepatitis que no terminaba jamás. Me leí tres veces las Tradiciones peruanas de chico, en una edición catalana que mi papá alguna vez me compró. Descubrir a Bryce Echenique fue un acontecimiento cuando era chico, porque yo soy de una generación que creció leyendo a la fuerza en los colegios a Ciro Alegría, leyendo el Tungsteno, a Clorinda Matto de Turner. Y de pronto me topo Con Jimmy en Paracas y digo “Wow”, esto también es literatura, esto también me está tocando, esto me hace reflexionar sobre cosas que a mí también me pasan. Y ni qué decir con Cortázar a los 16 y 17 años cuando quería quedar bien con las chicas hablando de Patafísica. Ahora, yo jamás podría ser un profesor de literatura, porque primero olvido lo que leo, sé que todo se deposita en mí de manera inconsciente, pero soy incapaz de acordarme pasajes, de recitar poesía.

Tú tienes un estilo neutro, sencillo, coordinado. ¿Crees que has encontrado tu estilo literario? ¿O crees que todavía estás en la búsqueda de una voz?
Yo creo que ya pasé la etapa en la que trataba de emular a mis héroes. Creo que estoy en una etapa neutra donde he aprendido que es mejor no tratar de dar un trazo más a la pluma.

¿Es un aprendizaje que lo obtuviste a raíz de tu profesión de publicista o a través de tu proceso de escritura?
No, me he dado cuenta de aquello contrastando mi proceso de escritura con lo que he podido rescatar de varias críticas que recibido en el pasado. Yo tengo amigos escritores que son muy duros cuando tienen que serlo, y le presto atención mucho a alguna de las cosas que me dicen. Tengo un amigo escritor que es enemigo del ripio más pequeño. Yo no soy tanto así, pero sí me quedo con esa idea. Y me es muy claro, hoy en día, que a veces escribir sencillo puede ser lo más complicado del mundo. Ya ya dejé atrás las figuras, trataba de imitar a Cortázar, a García Márquez, tuve esa época. Ahora probablemente haya gente que me acuse de tener un estilo demasiado limpio, aséptico, pero no lo creo. Yo creo más bien que tengo un estilo que está todavía en su maceración.

Uno de los ragos más resaltantes e interesantes en tu obra es el humor. Es algo que está en tu primer libro. Y parece que tú lo haces de manera natural. ¿Lo planeas mucho? ¿Cómo construyes el humor en tus libros?
Yo soy un tipo que ha aprendido a lidiar los malos momentos con humor. A veces me sale mal en la vida real; a veces en una situación dramática, con mi pareja, por ejemplo, se me ocurre hacer una broma que no cabe, y la embarro terriblemente. Pero es mi forma de defenderme y de aquello que me aterroriza. Y en cuanto a la estrategia de mis obras, sí planeo en la estructura que haya algún personaje o situaciones curiosas que puedan llevar a la risa. Pero ya es en la confección del texto donde me salen espontáneamente algunas cosas que no estaban previstas. Por ejemplo, en Cocinero en su tinta, sí me provocaba tener un personaje que le sacara una sonrisa al lector con su forma de ver el mundo. Es el caso de Lucho Lacunza, este jefe de mozos, ex barrista, casi asesino. Entonces me parecía interesante esta conversión y este humor desenfadado a través de un personaje. Eso sí fue pensando desde un inicio, pero las demás situaciones humorísticas salieron en el día a día.

Tú señalas que tu libro es la representación de un proceso creativo, que no has querido mostrar el boom gastronómico. De hecho, el personaje Bedoya se considera un artista. ¿Qué similitudes encuentras tú entre la labor de un escritor y la de un cocinero?
Es una pregunta difícil, se me ocurren muchas diferencias. Pero en similitudes, a ver, ambos trabajaban con distintos elementos: un cocinero con elementos tangibles, un escritor con elementos más etéreos. Sin embargo, ambos tienen la facultad de mezclar esos elementos de tal manera que logren sacarle al lector o al comensal un ángulo distinto de lo que pensaba encontrar.

¿Qué le convertiría entonces a Bedoya en ser un artista?
Yo creo que el hecho de poder transmitir un concepto o una emoción a través de la mezcla correcta y específica de unos ingredientes. Que es lo que él intenta hacer al final de la obra, representar su propia historia y de paso la de su país a través de pocos ingredientes. Yo creo que en momentos así la cocina podría considerarse arte.

¿Cómo es tu proceso de escritura? ¿Escribes ocho horas diaras?
En realidad el proceso es el mismo cuando se trata de una novela. Yo no empiezo a escribir hasta no saber cómo va a terminar. Yo soy muy ordenado o trato de serlo, y antes de sentarme a escribir ya tengo más o menos los compartimentos del libro con los tipos de conflictos. Y teniendo más o menos claro ahí sí me pongo a escribir. Y tengo que confesar que, entre el momento en que tengo claro la estructura y el de escribir, hay un miedo terrible. Porque yo tengo la sensación de que el miedo a la página en blanco de un novelista tiene que ver no necesariamente con que no se te ocurra nada, sino con el miedo al compromiso, porque sabes que al empezar ese primer tecleo no vas a terminar hasta que la novela no llegue a su fin. Y pueden ser años.

¿Tú escribes de un tirón o tomas tu proceso de escritura por ratos?
Trato de hacerlo de un tirón. Lo que hago últimamente ahora, que ya me estoy dedicando más a escribir, es tomar las mañanas de todas las semanas, de nueve a una, y de ahí ya me pongo a hacer las cosas que competen con mi familia, mi consultoría, trabajos de comunicación.

Una crítica que yo podría hacer a Cocinero en su tinta, que señala Juan Carlos Méndez en su blog de La mula, es que por momentos ese tour gastronómico llega a ser superficial y hasta forzado. ¿Cuál fue tu propósito en sí en mostrar este tour al lector?
Me parece que la intención era llenar la atmósfera de estos lugares que le den la sensación al lector de que Lima es una ciudad que mira mucho a sus restaurantes. Que el peruano si no está comiendo, está hablando de lo que comió. Entonces yo ponía, como alfileres en el mapa, los lugares por los que el personaje va pasando en su auto, diciendo al vuelo “Ah, este lugar no lo he visto”. Quería transmitir eso. Pero sí, visto de esa manera, es una guía muy etérea.

Ahora estás en un proyecto que te va a demorar 3 años. ¿Ya has pasado la página en blanco y llegó el compromiso? ¿Es una novela política?
Sí, ya pasé la página en blanco, pero no es una novela política, sería muy pretencioso decir eso. Va a tener que ver con la forma en que se desorganiza un país en elecciones presidenciales, sobre todo en un país como el nuestro.

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