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Una respuesta final

  • 24/07/2011

Al inicio tuve la intención de responder a cada uno de los comentarios a mi publicación de ayer, pero el tiempo ha impuesto esta forma.

Espero lo sepa usted comprender.

Celebro aquellas opiniones, como las de Víctor Vich, que demuestran un conocimiento envidiable y que aportan a la discusión. Respeto la contrariedad de otros, que son la mayoría, que muestran la rabia de vivir en un país tan lleno de recursos como de injusticia. A los que me insultaron de más y hasta se metieron con mis hijas, a esos los envié a un agujero lejano, donde no les hagan daño.

He pedido perdón por lo que me toca, y a eso me remito.

Yo no he participado de la manipulación de ninguna cifra, y si los técnicos de la SNMPE lo hubieran hecho, serían unos verdaderos idiotas: ellos son conscientes de que tienen muchos ojos vigilantes, igual de técnicos que ellos.

Tampoco puedo pedir perdón por todos los componentes de un problema tan complejo. Me gustaría que a raíz de esta polémica diera la cara el Estado, cuya ausencia en zonas mineras marca el inicio de los conflictos sociales de nuestro país. Que respondieran aquellos mineros que, aun sabiendo sistemáticamente del daño que hacían, se amparaban en una legislación permisiva. Que también hicieran un mea culpa aquellos dirigentes comunales y medios de comunicación que, a propósito, buscan el conflicto con las mineras para escalar posiciones o llenarse los bolsillos.

Es tan complejo este tema, que hace nueve años aplaudí que la comunidad agrícola de Tambogrande rechazara a una minera que pugnaba por operar con prepotencia, pero ahora me preocupa que varios de esos agricultores hoy sean mineros informales que están haciéndole más daño a su tierra que la minera que pretendían sacar.

Es tan difícil nuestro país, que cuando proclamé que era anti-fujimorista, mis propios “amigos” me acusaron ferozmente de ser pro-Humala. Que cuando he apoyado la igualdad de derechos, me han señalado como un caviar. Que cuando digo que me gustaría el ingreso de más minería responsable, me responden que soy un perro imperialista.

Pero es mi país. Nuestro país. Estoy seguro de que quienes me han escrito con rabia, también buscan lo mejor para él. Si todos incidiéramos más en las coincidencias y menos en las diferencias, estoy seguro de que notaríamos que todos tenemos más cosas en común de las que pensábamos.

Gracias por su atención.

Se cierra una semana que jamás olvidaré.

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