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Una de piratas

  • 02/05/2014

Hace un par de días publiqué esto en mi muro de Facebook:

“Vengo de hablar en un colegio de Chorrillos donde al final se formó una cola de firma de libros. Se me acercó un chico con un ejemplar pirata y me debatía entre dejarlo en roche o que pasara piola. Encontré la fórmula. Se lo firmé como Rodrigo Gustiérrez. A libro pirata, autor pirata”.

Recibí un aluvión de comentarios. La mayoría eran solidarios conmigo, pero hubo muchos que sugerían una simpatía con el chico y hasta con la piratería. Hoy decidí aprovechar estas líneas para responder a las tres ideas repetidas por esos mensajes.

1. Pobrecito el chico, qué patán el escritor. Nunca es demasiado temprano para hacerle ver a una persona lo que está mal. Y ser cómplice de un robo está mal. Los chicos que se me acercaron con ediciones piratas conviven con un entorno tan informal –todos nosotros, en verdad– que tal vez olvidan o no se imaginan las implicancias de este tipo de actos. Y si no son sus padres, la escuela o el estado quienes se lo expliquen, lo mínimo es que lo haga el agraviado. Además, en mi resumen de los hechos no describí la complicidad que hubo entre el chico y yo. Es claro que para educar a una persona tiene que haber firmeza y no humillación. De lo contrario, lo que queda es el rencor y no la enseñanza.

2. Cuando los libros son caros, es lógico que haya piratería. El barrio que visité era de clase media y el colegio era privado. Además, la edición formal de mi libro es muy asequible. El argumento del precio no es en este caso una justificación, ni debería serlo nunca. ¿Sabe usted qué sistema infame que ahora aborrecemos nació con una justificación parecida? El de las combis en nuestras calles. Fueron una solución rápida y barata en un momento en que nuestra sociedad empobrecida necesitaba transportarse. Y fíjese como su sistema es hoy el principal cáncer de nuestro espacio público. Entiendo que a muchos les dé rabia pagar mucho por un libro, pero el robo al autor no es la salida a la frustración. La justicia fuera del marco legal no es justicia; muchas veces es bellaquería con una justificación subjetiva. En todo caso, es el autor quien debe decidir si cede o no su obra, no el resto.

3. Los piratas te están haciendo un favor. Una vez, un vendedor pirata que me reconoció me dijo “aquí estamos, promocionándolo pe…” Proclamar que la piratería es una forma de hálago es como decir que el chancro es una condecoración a tu hombría. Es enfocarse en la célula y perder de vista al organismo. Lo que desarrolla a las naciones es su capacidad de defender a los ciudadanos que viven de sus ideas: los países que más se desarrollaron en los últimos 200 años son los que más patentes registraron. La tentación de justificar la piratería puede ser entendible si se piensa en corto plazo, pero a largo plazo es el mal que mata a las sociedades creadoras.
Pero quizá sea bueno terminar esta reflexión sin tanta teoría: si no está de acuerdo con lo expuesto, quizá sea bueno que durante años se queme las pestañas ideando algo, y que al poco tiempo un desconocido cobre el dinero que a usted le corresponde.
Allí hablaremos de igual a igual.

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