Starbucks y los partidos
- 03/10/2014
La casa de mi madre es el cuartel general de mis siestas.
Después de almorzar con ella junto a mi hermano menor mis párpados empiezan a cerrarse y, luego de dispensarme, procedo a tumbarme en el sofá de la sala. Desde allí llegué a escuchar la semana pasada un diálogo que provino desde la cocina.
–Hijo, no te olvides de comprarme el Ensure.
–Sí, mejor voy de una vez.
Con los ojos cerrados sentí los pasos de mi hermano yendo hacia la salida y luego el portazo. Después vino el sopor beatífico. Me sentía bien de que mi madre me hubiera hecho caso. Tiempo atrás le había comentado que era importante que tomara un suplemento de proteínas que también le ayudara con los huesos. Al parecer, le estaba yendo bien.
Después de un lapso de pozo profundo mi mente empezó a escalar por las paredes de la conciencia y pude escuchar, a lo lejos, que la puerta volvía a abrirse y que mi hermano regresaba de la calle. El diálogo que siguió se hizo lo suficientemente nítido como para transcribirlo aquí.
–¿Qué es esto?
–El encargado me dijo que es lo mismo.
–Te dije Ensure.
–Sí, pero es igualito y es más barato.
–Esos te dan lo que les conviene… anda de vuelta y me traes lo que pedí.
Volví a escuchar los pasos de mi hermano y podría jurar que hasta su resoplido de malhumor.
A lo largo de la vida nos grabamos en la mente garantías a la altura de nuestras expectativas. Si voy a reunirme en un Starbucks, mi creencia es que no tomaré un gran café pero que sí tendré un punto de reuniones céntrico y reconocible. Si opto por un libro de Páginas de Espuma, en mi elección me acompañará su aura de editorial independiente que se ha especializado en cuentistas exquisitos. Si mi madre es capaz de caminar más (o de pedir caminar más) por su Ensure, es porque esta marca se ganó el aval de su nutrición. Hubo un tiempo en que nuestros partidos políticos también tenían el nivel de filtro que ofrece toda marca que se respete. Pero en solo unas cuantas décadas les pasó lo que le habría ocurrido a Starbucks si se hubiera puesto a vender Nescafé en sillas de paja o a Páginas de Espuma si hubiera decidido editar recetarios: dejaron de ser garantía de calidad en relación a las expectativas de sus públicos.
Una marca que piensa en el negocio inmediato pierde a la larga lo que la hizo respetable. ¿Y quién respeta a los partidos ahora? La mayoría –si no todos– se fueron llenando de oportunistas, de negociantes, de palabreros con vitrina y ahora al público le da lo mismo marcar la inicial de un mesías dudoso que el símbolo de un partido que antes fue glorioso. La urgente reforma política que necesita nuestro país debe considerar este elemento de garantía para el ciudadano. Si un congresista o un alcalde fuera descubierto en un entripado, la sanción debería ser para el infeliz pero también para su partido. Hoy, si un congresista es destituido, su lugar es tomado por alguien de la misma bancada. ¿Eso de verdad castiga al partido? Con repercusiones blandas como estas los partidos no serán nunca bastiones de garantía, como sí ocurre con los productos y servicios duraderos.
La prueba está en que hace muchos años que no escucho a mi madre defender al PPC como hoy defiende a su Ensure.
Suscríbete a estos artículos
Solo escribe tus datos y recibirás las actualizaciones de mis artículos y promociones exclusivas en contenidos descargables.