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Julio sí paga el menú

  • 02/03/2012

Cuando Julio Campos –conocido mío, veintidos años, soltero– va a un restaurante y siente que no es bien atendido, reclama sin empacho. Su razonamiento es irrebatible: si ha entrado a un local para pagar por un servicio, ese desembolso debe ser compensado. Algo parecido ocurre cuando siente que su operador de telefonía celular no le da un buen servicio. Sin embargo, es curioso cómo esta noción de ida y vuelta es clarísima en Julio cuando se trata de su relación con el sector privado, y no tanto cuando se trata de una relación de ciudadanía. Por ejemplo: hace unas semanas me enteré de que Julio hizo unas pintas en unas paredes de su ciudad. Una de ellas decía “Agua sí, mina no”, y no lo voy a criticar por eso. Creo que está equivocado (minería con buena gestión del agua sí es posible en nuestro país y existen los ejemplos) pero eso nace de una falta de información, y no de una incoherencia, como sí lo demuestran las otras pintas que hizo. Estas decían: “Canon sí, mina no”.
Esperar en tu región dinero proveniente de la minería mientras la rechazas, es como querer que Movistar te dé el servicio sin tú pagar nada a cambio.
Con los tributos municipales ocurre algo similar.
Hace poco un alcalde distrital me comentaba de qué manera sus vecinos le exigían obras a la vez que exhibían una morosidad preocupante con sus tributos. Sin embargo, aquel alcalde me dijo haber encontrado una salida: que los tributos municipales estuvieran incluidos en el recibo de un servicio capital para el vecino, como el agua, la electricidad o el teléfono. Y es que, obviamente, uno no ve que Movistar o Luz del Sur saquen a fin de año banderolas con amnistías para que pagues: si no lo haces, te cortan el servicio. Sería una forma práctica de aprovechar esa noción de cumplimiento con el sector privado y cortar de un sopapo la displicencia que sí existe cuando se trata de nuestros deberes como ciudadanos. No sé si aquel alcalde supere las barreras para poner en práctica su idea. Espero que sí lo haga. Pero más deseo que desde ahora, en nuestras escuelas, a los chicos les estén enseñando formas prácticas de ser ciudadanos en vez de hacerlos paporretear estrofas sagradas para despertar un supuesto amor a la Patria.

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