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García, un negado para el software

  • 24/06/2011

Desde que en 1958 se usó por primera vez la palabra software aplicada a la computación, su asociación al hardware ha servido para millones de símiles empleados en otros campos. Los compatriotas que por estar evaluando a candidatos presidenciales últimamente dejaron de lado la gestión saliente del Presidente actual, tal vez podrían echar mano de dicho binomio para juzgarlo. Al menos a mí me ha servido para llegar a la conclusión de que este gobierno de García fue bueno en aspectos cruciales, pero fue decepcionante en otros que eran fundamentales.

Un gobierno mediocre, por lo tanto.

Tengo amigos, varios de ellos empresarios, que al leer esto pensarán que soy mezquino. No sé si lo sea tanto. Sospecho que el Humala de 2006 era un cuco tan terrible para la clase dirigencial de nuestro país, que a García se le recibió como un mal menor que había que apuntalar más que vigilar. A nuestra élite económica, salvo excepciones, le bastaba saber que el rumbo económico se mantendría sin peligro para alimentar su indulgencia con García, pero le faltó ser crítica con el García demagogo y soberbio: el mismo que se obsesionó por mejorar el hardware del país descuidando su software. Gracias a la política de García, nuestro país ha alcanzado récords económicos que todos reconocemos (el software más cuidado) y ha visto construir obras de infraestructura que eran necesarias. Pero ha sido ese mismo García el que desperdició la oportunidad de modernizar a nuestro Estado con esas políticas invisibles que erigen columnas más duraderas que las que se hacen con cemento populista.

¿No fue él quien, en un acto de demagogia pura, bajó los salarios de sus funcionarios especializados, desanimando a los talentos capaces de servirnos mejor como ciudadanos?

¿No fue su gestión la que, haciendo caso omiso a la regla de oro de escuchar antes de imponer, le deja al siguiente gobierno 238 conflictos sociales, cuando al inicio de su mandato eran 97?

¿No fue García quien enrareció más nuestra atmósfera moral al escapársele exabruptos como “la plata llega sola” o “yo puedo evitar que alguien salga elegido Presidente”?

Este Cristo traído desde Brasil, impuesto como su regalo personal en terreno que es de todos – y al que el ingenio popular ha bautizado como “El Cristo de Lorrobado”- es otra prueba de que García tuvo nuestra indulgencia y que nos la pagó con su soberbia plasmada en lo material.

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