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Estimado José Carlos:

  • 01/04/2011

Hace exactamente cinco años te escribí una carta como esta, ¿recuerdas?.

Estabas nervioso porque Humala lideraba las encuestas a pocos días de las elecciones. Luego ganó García, respiraste algo más tranquilo, y seguiste con tu vida. Ayer me topé con un mensaje tuyo en Facebook que nuevamente delata nervios. En él dices que la pesadilla se repite.

¿Qué hiciste en estos cinco años, José Carlos, para no volver a sentir esta angustia?

Me temo que lo que hiciste fue creer, desde tu isla privilegiada, que el Perú entero gozaba del crecimiento y oportunidades que has tenido tú. Tú cambiaste de carro en estos cinco años, José Carlos, mientras que en nuestro país todavía hay comunidades que rara vez ven llegar uno debido a la falta de caminos. Creíste que la pobreza del país retrocede a pasos agigantados porque al pasar por Surquillo, rumbo a tu oficina, viste nacer un centro comercial gigantesco. ¿Sabías, mi amigo, que en tu propia ciudad -ya no estoy hablando de nuestro lejano campo- hay gente pobre que paga el doble que tú por el agua potable, debido a que la tienen que comprar de camiones en medio del arenal?  Desde tu afortunada posición empresarial con maestría en el extranjero, ¿hiciste algo para apoyar al Estado en la mejora de nuestra educación? ¿Sabías que nuestro elector promedio, aquel del que tanto te quejas, es básicamente intuitivo porque de niño nunca fue educado para leer, investigar y comparar con criterio propio?

Finalmente: una vez te escuché decir que a los coimeros del Estado hay que fusilarlos por traición a la patria. ¿Y tú no eres igual de corrupto, cuando accedes a entrar en su juego?  ¿No es tan corrupto el policía que pide billete, como el infractor que se lo da y alimenta esa maquinaria?

Mira, no quiero terminar pareciendo mezquino con los avances que hemos tenido en este lustro. Pero ver solamente la carretera, sin fijarnos de vez en cuando por el retrovisor en nuestos acompañantes, nos hace olvidar una dimensión importante del viaje. Un país que todavía tiene un tercio de pobres entre los suyos, donde aún campean las inequidades y la corrupción, no es el paraíso en el que creías vivir, mi estimado.

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