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El vaso a medias

  • 26/05/2012

Me llaman de la sucursal peruana de una corporación mundial para que les escriba el guion de un video institucional.

¿Cuál es el objetivo?, les pregunto. Que se mire al Perú con interés y admiración, me responden. El video será presentado en un encuentro anual de la compañía –me dicen­– y se busca que la alta dirección se entere del potencial que tiene nuestro país para recibir mayores inversiones de la casa matriz. Acepto. Mientras estrecho manos me digo que ayudar a lograr una buena impresión del Perú en cualquier foro del extranjero es una bonita tarea.

Pero es cuando tengo las manos en la masa, estudiando la data disponible, cuando me entran los escrúpulos. Y confieso que, por momentos, me veo maquillando el pómulo amoratado de un rostro que no es feliz del todo. Esto me ocurre, por ejemplo, cuando veo la curva ascendente de nuestro PBI per cápita en los últimos años. Parece un jet que despega. Sin embargo, me modero al averiguar que recién en el 2005 pudimos recuperar el PBI per cápita de 1975. Además, cada vez son más los economistas solventes que advierten que el incremento de estos últimos años aun no proviene de una economía que involucre a la mayoría de la población. Cosas de un proceso, me digo, viendo el vaso más lleno que vacío.

Pero luego encuentro en mis archivos el anuncio feliz del gobierno anterior, según el cual en nuestro país ha desaparecido el analfabetismo. Una linda frase para poner en un video que se verá en Europa. Pero eso es ponerle orejas de liebre al gato: lo que sí tenemos es analfabetismo funcional, y mucho. Saber decodificar sílabas no implica entenderlas ni reflexionar sobre ellas. Casi el 80% de nuestros niños no entiende lo que lee, y eso significa condenarlos a ser meras herramientas de carne.

En mi pesquisa también me topo con aquella noticia que dice que el Perú es el país con la mayor tasa de emprendimiento del mundo. Pero ser emprendedor no significa ser empresario, ni mucho menos ser cultor del buen gobierno corporativo. Ganas no es lo mismo que know-how o respeto a las instituciones. Y para remarcar esto último, encuentro que, según Latinobarómetro, el Perú se ubica en el último lugar de 18 países en cuanto a la percepción del cumplimiento de las leyes por sus propios pobladores.

Pero felizmente está la comida, me digo. ¿No pensamos acaso que tenemos la mejor del mundo? Sin embargo, yo mismo apago un poco el fogón. En realidad, nuestra cocina es reconocida por la élite de algunos países: un taxista sevillano, por ejemplo, no sabría nombrar un solo plato peruano. Además, es muy desubicada esa creencia colectiva de que nuestra cocina está más desarrollada que la china, la francesa o la mediterránea, cocinas que nos llevan décadas, o tal vez siglos de mejoramiento técnico.

Entonces, ¿cómo subrayar a nuestro país con bombos y platillos ­sin dejar de ser crítico? ¿Cómo quedar bien con mi cliente y mi conciencia? Tal vez la lupa puesta donde conviene sea la solución. Si vemos cómo estábamos hace veinte años y lo comparamos con cómo estamos ahora, debemos sentirnos orgullosos y agradecidos. Somos otro país. Ya no estamos en el sótano. Pero si se indaga por indicadores de desarrollo, debemos reconocer que tenemos un rendimiento mediocre. Crecer no es lo mismo que desarrollarse. Por eso, al orgullo por lo obtenido debemos sumarle preocupación por todo lo que nos falta en educación, ciudadanía e innovación. Somos un país aun con problemas, pero con grandes oportunidades.

Y quizá sea esta la frase con que cierre ese video.

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