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El tipo del apellido largo

  • 27/04/2013

El tipo de apellido largo ha ido al cumpleaños de un amigo y, en un sofá gris, ha conocido a una chica. Esa noche se han unido tres circunstancias para que yo pueda escribir esto: el tipo del apellido largo se ha mostrado particularmente chispeante, la chica ha estado de muy buen humor y la cerveza ha aflojado los tornillos de la conciencia, pues al final de la reunión nuestro personaje termina con el teléfono de ella anotado en su celular.

El tipo del apellido largo espera dos días para llamarla porque piensa que hacerlo al día siguiente lo puede etiquetar como un soltero desesperado. Marca el número, y la voz cantarina le contesta.

–¿Aló?

–Hola, soy el tipo del apellido largo.

La chica se muestra afable y el tipo del apellido largo vuela en círculos para, finalmente, aterrizar en una invitación.

–¿Te parece si vamos al cine y luego a cenar?

–Me parece bien.

–¿Puedes mañana?

–Sí, puedo.

El tipo del apellido largo no cabe en su pellejo y comenta.

–Me han dicho que “Parálisis” está buena.

–Pero no me gustan las películas de terror…

–Te prometo que te vas a divertir.

–Bueno.

Al día siguiente, el tipo del apellido largo llama temprano a la chica.

–He tenido un inconveniente con mi carro: el taller no me lo va a entregar hoy.

–Tranquilo, vamos en taxi.

–¿Crees que puedas pasar por mí? Me han puesto un papeleo que tengo que entregar a última hora. Además, estoy camino del cine. Te doy la dirección.

–Claro.

Al salir de la película, la chica se siente agarrotada por culpa de esas masacres que ha tenido que presenciar en 3D. Sin embargo, el tipo del apellido largo está exultante.

–A la vuelta hay un restaurante muy bueno de carnes.

–No sé… la carne me cae pesada a esta hora.

–Puedes pedir una ensalada.

–Ajá.
Una hora después, la chica ha comido un manojo de verduras y ha sido testigo de cómo el tipo del apellido largo ha devorado sin resoplar quinientos gramos de bife ancho con papas fritas al lado.

–Creo que ya se hizo tarde¬ – comenta ella.

–Es verdad. ¿Dividimos la cuenta?

Y fue así como el tipo del apellido largo no volvió a ver atendidas sus llamadas.

No lo podría jurar, pero creo que el tipo del apellido largo es el mismo funcionario de SUNAT que autoriza las notificaciones que llegan a mi consultora. No me explico otra razón, aparte de esa insensibilidad congénita de la que ha hecho gala con la chica, para desanimar de manera tan consistente a un ciudadano que, como yo, quiere cumplir con su deber de buen ánimo. No hay que ser un economista brillante para saber que la población se moviliza por incentivos. ¿Quieres que la gente entre a tu negocio? Baja tu tienda al ras de la calle y genera ganchos. ¿Quieres que más gente pague impuestos? Afloja el latigo y genera alicientes. ¿Quieres lo contrario? Desanímala con trabas, como hacen con mi empresa: cada mes, sin falta, me llega una notificación por la cual mi personal tiene que perder tiempo debido a que un cliente nuestro (ni siquiera mi empresa) se equivocó al anotar una detracción, o porque me buscan cobrar coactivamente (con mora incluída) tributos que sí fueron pagados a tiempo. Los trámites de subsanación duran meses, mis cuentas a menudo se ven embargadas y campea la triste injusticia de antes pagar si es que quieres reclamar.

Si las cosas son así, ¿quién va a querer tener tratos con el tipo del apellido largo?

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