El Perú es más que esos dos
- 29/04/2011
Últimamente, cuando digo que no votaré por Keiko Fujimori, a veces siento miradas de recelo. En situaciones así, apelo a una sola razón: a mis hijas les he tratado de enseñar, no siempre con éxito, que la violencia combatida con violencia es como fuego combatido con gasolina. Que deben cumplir las reglas sin ensayar trampas. Que deben dar la cara por sus actos cuando las papas queman. ¿Cómo podría verles la cara tras votar por una candidata que representa a un gobierno que hizo lo opuesto a lo que he tratado de inculcarles?
Sin embargo, soy dueño de mis principios, pero no pretenderé ser dueño de la verdad.
En los últimos días he visto a amigos que votarán por Humala caricaturizados como idealistas irresponsables. Y he visto a gente admitir que votará por Keiko, acusada de ser metalizada y de moral dudosa. Es una simplificación peligrosa. Un votante de Keiko no es necesariamente un facho corrupto, así como un votante de Humala no es un comunista resentido. En medio de ambos extremos hay millones de historias personales a las cuales es estúpido y soberbio criticar como un conjunto monolítico. El miedo a perder lo ganado, en cualquiera de ambas opciones, nos hace olvidar que si estamos a puertas de una segunda vuelta inquietante es por culpa de una clase acomodada que se olvidó de que el Perú es más que su lugar de comfort, de una clase política que jugó como siempre su partido personal y no el de una visión de país, y de un gobierno saliente que hizo crecer la alcancía, pero que no le hizo reformas para su repartición. Lo último que necesita este cóctel, y mucho menos una democracia débil, es el insulto y la aparición de trincheras entre peruanos. Gane Humala o gane Fujimori, todos tendremos algo enorme en común: un gobierno con muchas dudas sobre su respeto a la legalidad vigente. Si hasta hoy nos separan nuestras opiniones enfrentadas, espero que, al menos, luego nos una la actitud alerta, acechante, en guardia para defender lo que tanto esfuerzo nos costó a todos, tanto en la reconstrucción de las instituciones como en el crecimiento económico.
Que nos una la vigilancia, no la intolerancia.
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