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El meme de Gallese

  • 06/07/2019

 

«Dicen que si sientes frío en la noche, viene Gallese y te tapa».
Es el meme con el que me acabo de topar en mi cama al día siguiente del partido en que Perú goleó a Chile y es, también, el detonante que me mueve a descartar el artículo que pensaba enviar al diario para escribir éste atropelladamente.
Si Pedro Gallese no es el símbolo de quien ha sabido levantarse de un precipicio, entonces no sé qué es. Dos sábados antes, un continente entero lo vio cometer un “blooper” tan estúpido que precipitó la goleada de un Brasil arrollador y fue cuestión de horas para que a la burla se sumara el planeta entero una vez que la jugada fue compartida en las redes.
¿Quién escala tan rápidamente las paredes de un abismo así?
A la semana siguiente ya le estaba atajando un penal clave al delantero uruguayo más letal de la era actual y luego, ante Chile, cuando el continente ninguneaba a nuestro equipo recordando sin duda la goleada infame, cubrió la entrada de su arco con una telaraña inexplicable. Si creyera en un cielo alfombrado de nubes no me costaría imaginarme a Yashin, esa otra araña, comentándole a Banks con una cerveza en la mano: “Gordon, ¿por qué ese chico no es más famoso?”
En este 3 a 0 que nos coloca en una final después de 44 años, Gallese hizo el partido de su vida.
Nada le fue esquivo: ni el achique milimétrico al último hombre que se había escapado para fusilarlo, ni la salvada que los gatos convertirían en un GIF si pudieran, y tampoco esa hermosa yapa que fue taparle un penal al adversario que buscaba humillarlo como premio consuelo.
Hay cosas que solo los poetas pueden explicar desde su sabiduría alterna y quizá haya que recurrir a uno inmenso, como Vallejo –que tan dudosamente ha sido expuesto en la camiseta de un club de fútbol–, para explicar los entresijos que esconde la redención:

«Al final de la batalla, y muerto el combatiente,
vino hacia él un hombre y le dijo:
¡no mueras, te amo tanto!»

Y ese hombre fue Cueva acercándose para recordarle que la vida da oportunidades, incluso si el planeta te vio fallar el penal de tu vida. Y a Cueva le siguió en la fila Guerrero. Y después fue Flores. Y Advíncula. Trauco. Yotún. Tapia. Y Gareca, por supuesto. Y, tal como termina el poema, Gallese echose a andar.
En 1921, en la última entrevista que concedió un anciano mariscal Cáceres a la prensa peruana, el periodista le preguntó por qué el Perú había perdido la guerra contra Chile. El héroe de la Breña respondió tembloroso, con la frustración en la mirada: «La discriminación racial fue determinante, no hubo armonía cultural ni política. La falta de organización militar, de cohesión, de armonía».
No existe persona, por fuerte que sea mentalmente, que no necesite el abrazo y la ternura de sus pares.
No hay rival, por formidable que sea, que no trastabille ante un racimo de humanos que trabajan solidarios y humildes, coordinados hacia el mismo objetivo.
Si el fútbol es la metáfora más aproximada de lo que es la vida, Gallese y sus compañeros nos han vuelto a recordar, en un solo partido, los gestos que deberíamos tener los peruanos hacia nuestros compatriotas.
Cuánta falta nos hacen, en verdad.

 

 

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