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Contrasentidos bien peruanos

  • 21/08/2009

Una vez mis hijas me sacaron de quicio por pelearse a gritos reiteradamente. Recuerdo que, harto, les vomité furioso algo parecido a: ¡¡¡Carajo, en esta casa no se grita!!!  Y claro, lo dije gritando.

En mi defensa puedo decir que este contrasentido venía amparado por el desgaste del momento. Sin embargo, en nuestro país abundan contradicciones cotidianas que muchos sostenemos sin que medien hijas traviesas o momentos de ofuscación.

¿Compartimos algunas?

La mayoría de limeños que critica que en nuestra ciudad se demuelen casas, vive en edificios.

La realidad es cruda y no sabe de nostalgias: Lima es una ciudad enorme que no puede seguir creciendo a costa de tragarse valles. Si no queremos terminar como México DF, no nos queda más que crecer hacia arriba. Quienes hoy ocupan un edificio multifamiliar que antes fue una apacible casa quizá lo intuyan, pero no lo admiten abiertamente. ¿Qué hacer? Seguir construyendo edificios, claro. Pero con un reglamento férreo que garantice el menor daño a la calidad de vida común, y a esos vecindarios que de verdad son símbolo de una época.

Miles de señoras culpan a las mineras por contaminar el agua, mientras lavan con detergente en el río.

Algo parecido ocurre con los habitantes de nuestras ciudades: dicen que la minería es una atrocidad para el medio ambiente, y luego se suben campantes a su colectivo que bota sulfuros. Dos reflexiones: no toda minería es atroz para el planeta, felizmente también existe la responsable. Y ecosistema no solo son aquellos  paisajes que vemos en folletos: nuestras casas y ciudades también lo son. ¿O acaso no hay vida terrestre en ellos?

Miles y miles de peruanos quieren más canon en sus regiones, pero no quieren que haya más exploración minera.
Es decir, quiero anticuchos de por vida, pero no quiero que me toquen una sola vaca más. O un grueso de nuestra población no llega a hacer el enlace inversión=regalías o, aun haciéndolo, utiliza este discurso para tener una mejor negociación.

Cientos de empresarios se felicitan de tener Responsabilidad Social porque hacen donaciones, pero descuidan a su personal.

Ser responsable con la sociedad implica serlo con el conjunto de sus integrantes. Una empresa que apoya a sectores necesitados, mientras su personal o sus proveedores no tienen un trato respetuoso, en realidad está haciendo Irresponsabilidad Social. O Responsabilidad de Sociales, con fotito y todo.


Los peatones critican a los microbuseros, pero son ellos los que causan el desorden.
En mercadotecnia, el consumidor manda y quien da el servicio obedece. Nuestras ciudades constituyen un alucinante caso donde el usuario, en vez de elevar el nivel del servicio, impulsa su deterioro al detener las combis a mitad de cuadra, o al no bajarse del micro cuando hay maniobras temerarias. Nuestro transporte público necesita autoridad firme, pero también un enfoque humanista: comunicación cívica a la vena de la gente. Sin embargo, tenemos un Presidente que por “austeridad” prometió que su Gobierno no iba a hacer campañas masivas, cuando lo que más necesita nuestro país es comunicación. Fíjese, otro contrasentido más.

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