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Cocineros y también escritores

  • 06/08/2010

En la reciente Feria del Libro de Lima noté que para comprar ejemplares se formaban colas parecidas a las de los puestos de anticuchos en recintos culinarios. Esta relación de libros con anticuchos no es gratuita: aparte de que ambos se hacen con corazón, nuestra gastronomía es lo que más nos enorgullece como peruanos y, por lo tanto, es el standard de medición para otras actividades. Sin embargo, y a pesar de las colas que vi en esos días, los peruanos estamos lejos de darle justicia a una tradición literaria que no está muy atrás de la culinaria. Alonso Cueto, en un emotivo discurso que dio en la Feria, contó de qué manera un visitante extranjero le espetó por esos días:

-Ustedes, los peruanos, no son conscientes de que son admirados por su literatura, ¿verdad?

Algo parecido me ha ocurrido con amigos extranjeros. Tenemos la fortuna de ser el país de Garcilaso el Inca, Palma, Vallejo, Arguedas, Varela, Watanabe, Cisneros, Ribeyro, Bryce, Vargas Llosa, y no prosigo con los más contemporáneos. En nuestra literatura existe la hermosa oportunidad de seguir sumando identidad y de estrenar un imán turístico, tal como lo hace Irlanda con sus escritores.

Pero también tenemos un desafío complicado.

A pesar de las cifras de la Feria, los peruanos consumimos poca literatura, sea peruana o universal. Solo en la calle Corrientes de Buenos Aires es probable que existan más librerías que en todo el Perú. Hacer que nuestros niños lean sin bibliotecas en sus colegios o sin librerías a su alcance es tan insólito como querer impulsar el orgullo culinario sin restaurantes. Los escritores peruanos podemos poner todo nuestro talento. Al Estado, al empresariado y al pleno de la sociedad les resta aliarse a nosotros.

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