Café con pescado
- 13/10/2012
Fue un jueves frente al mar y a los minutos quedó demostrado que la ubicación sería propicia.
Iba a tomarme un café con Pedro Trillo, a quien conocía de vista. La idea era hablar de la edición de un libro, pero terminamos hablando de pesca industrial: Pedro resultó ser un experto en dicha especialidad y, sin querer, la conversación me llevó a los años de mi infancia, cuando aun se hablaba en las calles del asesinato de Banchero Rossi y de Chimbote como capital pesquera del mundo.
La mayoría sabe que en 1970 el Perú era el líder mundial de esta actividad. Nuestro país contaba con una flota de 1,400 barcos que desembarcaban cerca de 14 millones de toneladas anuales de anchoveta. Lo que recogían nuestras redes equivalía a una quinta parte del total de capturas en el mundo. Sin embargo, en 1972 nuestra pesca de anchoveta cayó violentamente a 4 millones de toneladas. Y en el período 1972-1973, a solo 1,5 millones. ¿A qué se debió esa caída brutal en nuestra industria pesquera? A la naturaleza del hombre y a la naturaleza en sí: en ese período coincidieron una práctica extractiva sin pensamiento sostenible y un fenómeno del Niño que alejó a la anchoveta de estas aguas.
Solemos decir que nuestro país jamás aprende de sus errores y, lamentablemente, las noticias cíclicas parecen sustentar esta creencia. Sin embargo, tras ese café frente al mar de Lima, me quedé satisfecho con el criterio general con que hoy se maneja la pesca industrial en el Perú. Como lo expresó mi interlocutor, desde hace más de veinte años nuestro país gestiona su pesca de anchoveta con altas barreras de protección a la especie gracias al análisis científico que realiza el Instituto del Mar del Perú. Para corroborarlo, existe un estudio del Centre Fisheries de la Universidad de British Columbia, dirigido por Daniel Pauly, científico y experto internacional en evaluación y manejo de pesquerías que, en el año 2008, comparó a 53 países que representan el 95% de la pesca mundial. En los resultados se registra al Perú en el primer lugar del ranking de sostenibilidad pesquera, seguido de Namibia, Estados Unidos, Alemania y Polonia. El siguiente país latinoamericano en el ranking es Chile (8vo), y luego siguen México (42), Brasil (48), Ecuador (50) y Argentina (52).
Mientras dejaba atrás la cafetería me quedé pensando que cuando en nuestro país se habla de industrias extractivas, lo que más fácilmente se instala en los pensamientos son imágenes oscuras de saqueo a la naturaleza. Hay razones de sobra para pensar en ellas. Ya se ha hablado de lo ocurrido con nuestra pesca en 1972. Además, basta viajar por nuestra carretera central para notar cómo se comportaba la minería de la que el mismo Estado peruano fue partícipe. Tampoco hay justificación posible para los actuales mineros ilegales de Madre de Dios y los traficantes de madera de nuestra Amazonía. Sin embargo, también es necesario equilibrar esos ejemplos nefastos con las buenas prácticas extractivas que hoy se dan y que poco se conocen. No digo que no haya que denunciar las malas prácticas de nuestras industrias. Lo que postulo es que no es aconsejable instalar solo lo negativo, y esto es verdad tanto para educar a un niño como para formar a una sociedad. Una colectividad acostumbrada a esto crecerá con el ceño fruncido, sin inspiración y con la noción de que todo se hizo mal. No estamos para contar que vivimos en un cuento de hadas, pero tampoco estamos para vernos en un territorio habitado por ogros.
El equilibrio en la visión de nuestra realidad es lo que nos alejará de ser un país sesgado y, por eso mismo, inmaduro.
NOTA IMPORTANTE: Al día siguiente de esta publicación el señor Trevor Norris Johnson me hizo llegar una observación que hace Daniel Pauly con respecto a la posición alcanzada por el Perú en su estudio. La pongo aquí para que no se crea que debemos dormirnos con los laureles de esa buena ubicación. Aclara el señor Pauly: “Dada la atención que los medios peruanos dieron a un lanzamiento preliminar de estos resultados, deseamos subrayar que esta clasificación positiva es causada principalmente por lo que Perú no hace (por ejemplo, tener una extensa industria acuícola), y no por lo que hace. Nuestros rankings son, por tanto, no la aprobación de la gestión pesquera peruana aunque reconocemos que las reformas que se están realizando en pesquera del Perú parece ser muy alentadora.”
RÉPLICA DE PEDRO TRILLO: “El informe del Centre Fisheries, si bien es el primero en su tipo, no es presentado por sus autores como “preliminar”, ni tampoco Daniel Pauly le ha puesto el título de ”informe preliminar”, ni en el Director´s Foreword se menciona esta palabra. No resulta extraño que ahora le disguste o no le resulte conveniente, para sus nuevas campañas y socios, el resultado de su investigación, porque le obliga a reconocer 20 años de una buena gestión pesquera en términos relativos al resto del planeta y no como producto de las recientes reformas, ya que no podían ser evaluadas el año de la publicación de su informe, el 2008, por lo mismo, porque son recientes.
Si el hecho de ser los primeros a nivel mundial en el ranking de sostenibilidad de las pesquerías y ocupar el segundo puesto en el ranking de gestión de los recursos marinos, cuando se consideran todos los indicadores en forma agregada, para Daniel Pauly no tiene mérito, ¿Cuál es entonces el mérito de este tipo de investigaciones?
Y, en lo que respecta a que ocupamos el primer lugar “no por lo que hacemos, sino por lo que dejamos de hacer”, es una observación mezquina y que no se ajusta a la verdad, es preciso señalar que en el informe, la acuicultura, es solamente uno de los 24 indicadores de evaluación que se toman en cuenta para esta tabla.
Un comentario final: La baja autoestima en el Perú siempre ha intentado buscar su validación en el extranjero, cuando tenemos uno de los más importantes Institutos de Investigaciòn Cientìfica aplicada a las Pesquería, en el mundo, el IMARPE,como se ha demostrado en la reunión Science Working Group de la OROP del Pacífico Sur hace pocos días.
Las declaraciones de Daniel Pauly, que anexas, son un caso típico de la contradicción entre la ciencia y la ideología, cuando los resultados no se ajustan al discurso ideológico del científico, este tiende a renegar de su obra”.
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