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Adiós a las jaulas

  • 18/09/2009

Hace un par de meses me reuní con el actual alcalde del Callao y me contó algo que me dejó pensativo. A su administración se le había ocurrido poner en valor una avenida en una zona que tiene reputación de ser muy peligrosa. Para ello se plantearon colocar césped en la berma central y farolas tanto iluminantes como decorativas. No tardaron en saltar las dudas de quienes consideraban esto un atentado contra el sentido común.

-Esa zona es maleadaza… ¡los choros se van a llevar las farolas a la noche siguiente!

Sin embargo, el resultado fue inverso. Para sorpresa de muchos, las farolas siguen allí. Es evidente que dicho vecindario se sentía abandonado, no integrado al progreso, y que al verse invitado de esta manera al avance del resto de la provincia, respondió con dignidad.
Hace tres años me tocó ser espectador de una inauguración de La Semana de Lima en la Plaza de Armas. Era la primera vez que se hacía allí y, por supuesto, en algunos funcionarios existía el temor de que se deteriorara aquella zona monumental. La Semana de Lima busca ser una fiesta gratuita que celebre a esta capital multicultural y mayormente emprendedora que aún no termina de apropiarse de esta ciudad para identificarse con ella. Por ello, el hecho de que los nuevos limeños dejaran los extremos de la ciudad para ocupar su Plaza de Armas -y así disfrutar de un espectáculo de luces y música- era simbólicamente poderoso. Aquella noche la plaza terminó llena de esquina a esquina. Recuerdo que el mar humano emocionó a las autoridades y a los auspiciadores que hicieron posible el evento. Pero lo que más me quedó grabado fue el hecho de que a los presentes no se les ocurrió pisar las zonas de césped. Es en instantes como aquel cuando queda demostrado que “lo que es de todos” es mil veces más civilizado que “lo que es de nadie”.

Hace dos semanas me tomé un café con Henry Tapia, un amigo experto en mercadotecnia a quien no veía en mucho tiempo. Y hablando de cosas como estas fue que me hizo ver un caso análogo.
-¿Has visto cómo en los estadios modernos de Europa no hay rejas que separen al público de la cancha?

Recordando algunas finales europeas que había visto por televisión me di cuenta de que era verdad lo que decía. Era una medida audaz, y me costaba imaginármela en algún estadio peruano, ni siquiera en el Estadio Nacional que se está renovando actualmente. Pero al recordar los dos hechos que relaté al principio, recapacité. Intenté encontrar una frase que sintetizara este fenómeno virtuoso de respeto mutuo, pero fue Henry quien resumió la enseñanza de una manera inmejorable.

-Trata a la gente como fieras, y se comportarán como fieras.


Con semejante poder de síntesis, me dieron ganas de pagarle el café.

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