Thomas Alva Jobs
Tras la muerte de Steve Jobs no han sido pocas las voces que lo han comparado con Thomas Alva Edison. No es una exageración: del talento y empuje de ambos nacieron creaciones que revolucionaron el mundo que los vio nacer.
A la visión de Edison le debemos la bombilla eléctrica, el fonógrafo y muchas otros inventos que sirvieron de primer peldaño para la revolución tecnológica del siglo veinte.
A la de Jobs le debemos, para empezar, la concepción de una computadora amigable en nuestras casas, en una época en que los ordenadores eran concebidos como mastodontes para bancos o agencias espaciales. Aquel fue un big bang de consecuencias inesperadas en lo social, cultural y político. (Quizá no exagere al pensar que la visión de mis hijas cargando música en sus iPod y las revoluciones gestadas en Oriente gracias a las redes sociales tienen un punto de partida en aquella noción revolucionaria). Sin embargo, lo que más me sorprende de ambos personajes no son sus creaciones, sino la atmósfera que diseñaron para gestarlas.
No es difícil caer en el lugar común de imaginarse a Edison o a Jobs como esos artistas que se sientan a esperar el rayo divino, aislados de su entorno. Nada más lejano de eso: ambos sabían que la innovación constante a lo largo de los años requiere una asociación con mentes igual de talentosas, que deben ser guiadas e inspiradas. Cuando Edison era un joven de 29 años compró un terreno en Menlo Park, Nueva Jersey, y construyó allí un gran laboratorio con techo a doble agua. Lo que hizo allí fue contratar y poner a trabajar a las mentes más brillantes de su tiempo para que lo ayudaran a aterrizar sus sueños o para que lo sorprendieran con sus hallazgos propios. De Steve Jobs, John Gruber dijo algo parecido hace poco: “La mayor creación de Jobs no es ninguno de los productos de Apple, sino la misma Apple”.
Ambos no fueron solo visionarios, también supieron encauzar mentes brillantes y excéntricas, cosa que no es fácil en el mundo de los creadores. (Famoso es el litigio que Edison tuvo con Nikola Tesla, o lo maltrecho que sale el personaje de Jobs en la película “Los piratas de Silicon Valley”).
Quizá la campaña más entrañable e inspiradora de Apple es “Think different”: una oda a las personalidades más originales de los últimos cien años. En una de las secuencias, aparece Edison ya anciano. Que hoy pusieran al mismo Jobs en ese comercial no sería una exageración. Ambos crearon, más que productos innovadores, una cultura de innovación: A Edison le sobrevivió General Electric. A Jobs, las manzanas mordidas que el mundo seguirá recogiendo.
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