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Para esto es la estúpida cultura

  • 06/03/2015

El último domingo a las 12 y 43 de la tarde ocurrió en Cusco un hecho que debería de avergonzarnos como nación, desde Aguas Verdes a la Línea de la Concordia.
Cuando faltaban diecisiete minutos para que finalizara el partido entre Cienciano y Juan Aurich el delantero panameño de este último club, Luis Tejada, fue sorprendido en posición adelantada.
Parte de la tribuna cusqueña encontró en el silbatazo el pretexto para descargar su complejo racista contra el jugador. Ya que no era la primera vez que Tejada era insultado por ser negro en nuestro país puedo imaginarme su orgullo herido, la sangre hirviéndole en la cara y el vapor de la rabia activándole los pies para patear la pelota contra la tribuna. El árbitro le sacó tarjeta amarilla por este gesto y Tejada, viendo que tras cuernos le caían palos, se fue de la cancha furioso, dejando a su equipo con diez hombres.
Para efectos de la estadística, Aurich perdió el partido.
Pero para efectos de la Historia, queda claro que seguimos siendo un redil sin futuro.
¿Cómo puede ser que un país que se precia de ser culturalmente diverso fustigue a alguien por ser negro, indio, o blanco? ¿Cómo explicar que el país que admira a Teófilo Cubillas como el exponente histórico del fútbol peruano en el mundo insulte a un futbolista por tener el mismo color? ¿Cómo podemos hablarle a los turistas con orgullo de nuestros anticuchos y faltarle el respeto a la etnia que tanto contribuyó al milagro de nuestra cocina? La respuesta es compleja y no se refugia en un solo factor. Pero como este espacio me pertenece voy a tomarme el privilegio de dirigir las flechas hacia quienes hace poco se burlaban de una reciente marcha a favor de mayores actividades culturales en nuestra capital.
La brecha de nuestra infraestructura puede acortarse con dinero y gestión, pero nuestra desigualdad es un vacío que necesita puentes anclados en la sensibilidad. Usar un bus moderno o cruzar un puente nuevo es una decisión personal, funcional y hasta egoísta: se los utiliza porque es conveniente. Pero usar esos mismos espacios públicos buscando armonía y respetando al desconocido, eso solo es producto de una buena formación en nuestros hogares y de un Estado que pone el marco para que nuestros corazones se sensibilicen. Acabo de enterarme de que Suiza ha incorporado la formación musical como un derecho dentro de su Constitución. Hay sociedades que saben dar en la nota. Un chico que crece en contacto con los dramas y las risas del teatro, que es guiado por las emociones que quiso transmitir un pintor o un fotógrafo, que danza con otros jóvenes siguiendo la historia ancestral de un pueblo o que intuye las infinitas contradicciones del ser humano a través de la literatura y se emociona con las expresiones culturales de sus compatriotas, ¿cómo se va a comportar en un estadio, en un bus o en una negociación? Con las fibras más abiertas a lo que sienta el otro, y eso es lo que hace grande a las naciones. Comemos rico, tenemos ruinas y nos damos palmaditas por haber salido del hoyo oscuro de fines del siglo veinte, pero, ¿sabemos respetar al otro y ponernos de acuerdo, requisitos clave para concertar el desarrollo?
Que nos lo responda Luis Tejada desde su camerino.

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