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La causa histórica del celibato, hela aquí

  • 24/06/2009

Muchas de las costumbres, supersticiones y hasta las convicciones que compartimos en nuestros días han tenido su origen en hechos prácticos que poco tienen que ver con la moral o la parapsicología.

Por ejemplo, en la actualidad chocamos nuestras copas de licor a la salud de alguien, y no nos preguntamos de dónde nace esa práctica. Pues viene de esa brumosa época de nuestra historia en la que era usual eliminar al enemigo poniéndole veneno en la bebida. Para amainar la preocupación por la propia salud, los rivales acercaban los bordes de sus copas antes de beber e intercambiaban un poquito de sus contenidos en un acto que ha llegado a nuestros días resumido al mero chocar de vasos. Algo así ocurre con la precaución de no pasarle el salero directamente a una persona –hay que dejarlo en la mesa – porque se corre el riesgo de pelearse con ella en el futuro. Hubo un tiempo en que la sal era usada como moneda en algunas civilizaciones: lo más parecido a pagar con oro en polvo. Si nos pusiéramos en los zapatos de un comerciante de aquellos, intuiríamos los problemas que podrían ocurrir si, al cambiar de manos, la sal cayera al piso. ¿De quién sería la culpa? ¿De quien entregó mal o del que recibió mal? Pues para evitar problemas, mejor dejarla entre ambos.

Estas curiosidades históricas me han visitado en estos tiempos en que tantos sacerdotes han sido protagonistas de escándalos mediático por haber sucumbido a tener relaciones amorosas con mujeres. Así como en el caso del brindis, o de la sal, este impedimento tiene un origen muy alejado de los significados que hoy le damos. La palabra celibato proviene del latín caelebs, que significa “no casado”, y es en esta mención al estado civil donde se adivinan las razones nada morales que indujeron a la Iglesia a adoptar el voto de castidad. El celibato religioso se impuso en el Concilio II de Letrán de 1139, más por interés económico que por motivos de pureza espiritual. El razonamiento fue brillante: los sacerdotes, obispos y Papas no debían tener familias a las cuales legar bienes que podían ser de la Iglesia. Conociendo estos antecedentes, quizá podamos ser más empáticos con todos los sacerdotes que en los últimos mil años se han visto obligados a reprimir su naturaleza humana en nombre de una jerarquía que quería ver asegurado su patrimonio financiero.

Sin embargo, y a pesar de este enorme atenuante, lo que no se puede perdonar es el doble discurso de estos sacerdotes víctimas de la Historia: que prediquen el celibato mientras se lo saltan consistentemente.

Entonces, estimados sacerdotes en desacuerdo con Letrán: dejen la culpa, alcen la voz, critiquen públicamente esa imposición si les parece injusta.

Si necesitan ayuda profesional en esta cruzada, aquí tienen a alguien que se ofrece a apoyarlos.

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