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A mi niña que cumple 18

  • 02/02/2013

Mi Ale,

Ayer tú y tus hermanas me sorprendieron con uno de esos hallazgos que plantean una pausa. Me refiero a aquel archivo olvidado de videos en los que tú y ellas aparecen pequeñitas. Te vi en esa cunita en la que saltabas risueña y volví a confirmar algo que ya te he dicho: que eres la mujercita más diminuta de la cual me he enamorado.

Te confieso que cuando regresé a mi casa, lloré calladito en mi cama.

Aquel tiempo en que podía retenerlas en el encierro de mis brazos, no volverá.

Quizá haya cierta sabiduría en el azar. Esto ha ocurrido a puertas de tus dieciocho años: tal vez la vida me dice que hice lo que pude con lo que tuve y que llegó el momento de estar a tu lado, de otra forma, en la adultez que empiezas.

Lo primero que me sale decirte es que no te martirices si dudas de la carrera que elegiste. No todo en la vida tiene que ser certeza, y menos a los dieciocho. Eso no significa que no te debas esforzar y tratar de absorber todo lo que puedas, pues la gente lista sabe sacar provecho de todas sus vivencias. Siempre entenderé el temor, pero no que menosprecies el privilegio de tener una carrera pagada en un país con tanta desigualdad.

Será bueno, hija, que simpatices con alguna ideología, pero mejor será que no te fanatices con ninguna. Las personas sabemos que todo hecho tiene dos versiones pero casi siempre nos quedamos con la primera que escuchamos, o con la que expresó quien nos cae más simpático. Aléjate de las polarizaciones pues, cuando las hay, los seguidores de ambas partes tienden a buscar sus diferencias en lugar de buscar sus coincidencias, y es en las coincidencias donde nacen los acuerdos que permiten el desarrollo. No te diré, por tanto, que seas de derecha o de izquierda. No te pediré que pelees para que cada compatriota tuyo tenga acceso a la misma riqueza, pero sí te pediré que exijas que todos puedan acceder a las mismas oportunidades.
Ya que rozamos la política, recuerda que mandatario no es el que manda; es el que recibe el encargo de quien de verdad manda: los ciudadanos. Benedetti decía que la política, en su mejor sentido, podría ser considerada como un acto de amor. De amor al prójimo y a tu entorno. No exijas menos como ciudadana y no dejes nunca de indignarte cuando un pendejo le de la espalda a quienes representa con tal de favorecerse.

Ya que mencioné a Benedetti, a los dieciocho yo era tan enamoradizo como tú. Pero debes saber que enamorarse no es lo mismo que tener amor. El amor de pareja no se encuentra: se construye. Más que un sentimiento, es un acto de dos voluntades. La recompensa es una relación equilibrada, en la cual tú y él (o ella, uno nunca sabe) terminarán sintiendo que han crecido más juntos que por separado. Pero tampoco sufras más de la cuenta si tu relación termina. Y mucho menos si diste lo que pudiste y, aun así, no te sentías feliz. No todo debe durar para siempre y eso aplica, sobre todo, a la condición humana.

Finalmente, hija, evita ser una de esas mujeres “exitosas” que la televisión muestra. Es injusto pedirle a alguien que sea buena madre, buena ejecutiva, buena esposa, buena amante y buenamoza con zapatos altos. A los hombres no se nos exige vivir haciendo girar todos esos platillos chinos a la vez: es una trampa en la que tu género ha caído y que ha creado culpas desde que la primera mujer decidió probar laboralmente que podía ser tan capaz –o más– que los hombres. No todo lo podrás hacer al 100 %, porque siempre descuidarás algo. La culpa es un motivador errado, y no la quiero en la vida de mis hijas, a menos que de verdad hayan hecho algo ominoso.

Te adoro, mi Ale.

Siempre serás mi niña de rulos, la que se ensuciaba los deditos con témpera, aunque ahora ya puedas teñírtelos con tinta morada electoral.

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